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La fiesta del agua ha comenzado


Fotografía: Gabriela Soriano

Los tambores retumban, tres cruces azules con flores blancas se alzan al frente del manantial de Nuevo Yibeljoj, Chenhalhó, Chiapas. Símbolos de deidad, son humeadas con copal, incienso y sal. La fiesta del agua ha comenzado. Al frente, nueve hileras de blancas y alargadas velas se ofrendan, una a una son encendidas con una vara de bambú. Dos representantes religiosos, un sacerdote maya y un diácono eclesiástico, encabezan la ceremonia. Es la sincronía de dos mundos en oración por el agua.


El 3 de mayo marca el fin de la sequía para esta comunidad tsotsil, como para muchas otras comunidades indígenas y rurales en el resto del país. Esta es una celebración a la que ninguna familia de esta localidad puede faltar. Ni bien había entrado la luz del día, llegaron a rendir tributo: la oración y la danza, mientras suenan las guitarras, los violines y el arpa, por un lado. En otro extremo, la flauta, la trompeta y los tamboriles.


Los rezos en lengua materna se acompañan de música. Mujeres y hombres agradecen a su Dios por el agua que tienen, «aunque sea poquita». Llegaron en ayuno y así se mantuvieron por varias horas. También, piden que les mande el agua suficiente para las siembras de este año. Aquí se esperan los frutos de la milpa: maíz, frijol, calabaza.


Fotografía: Gabriela Soriano

Saben que pronto el manantial tomará fuerza. Hasta el Día de la Santa Cruz apenas corre un hilo de agua por la brecha. En el borde, están las mujeres cubiertas con sus rebozos de colores o embellecidos con los bordados tradicionales. Las niñas y los niños juegan. A lo largo del río están la vida y la alegría.


Cada cruz tiene una altura aproximada de dos metros. La tríada divina se ha colocado, como cada año, en cada espacio importante para Nuevo Yibeljoj: el manantial, el tanque de almacenamiento de agua y la iglesia. Las maderas las comenzaron a buscar desde enero porque había que encontrar la ideal para el tallado y que no fueran consumidas por las polillas, el ciprés fue el adecuado.


El sacerdote maya y el diácono visten las ropas tradicionales de manta, jergas de lana negra, sombreros con listones de colores, huaraches de piel y bandas bordadas con motivos religiosos. Llevaron al nacimiento del agua el copal, el incienso, la sal, el agua bendita, santiguaron y rindieron sus oraciones. Todas y todos, alrededor pedían por la vida.


Fotografía: Gabriela Soriano

Los fuegos artificiales estallan en el cielo azul, limpio todavía. Las nubes cargadas llegarán pronto. «Hemos venido a dar las gracias por el agua que tenemos», comenta Orlando Jiménez Pérez, quién fue presidente del patronato de agua de Nuevo Yibeljoj en 2018.


Orlando recuerda que cuando le tocó estar al frente del patronato ocurrió algo sorprendente: «cuando tomé el cargo, no había agua para las familias, uno de los tubos de distribución estaba en mal estado, decidimos arreglarlo, aunque las personas decían que no tenía caso porque no había agua. Se reparó y a las semanas siguientes el agua subió, no sabemos cómo, pero comenzamos a tenerla en las casas, valió la pena el esfuerzo», sonríe.


Y es que, en esta comunidad, el acceso al agua no está garantizado al ciento por ciento, pero los patronatos de agua hacen un esfuerzo, en coordinación con organizaciones de apoyo, para hacer llegar a las familias la dotación necesaria. Aunque, también, ha habido temporadas de crisis, en las que escasea para un gran número de familias.


Fotografía: Gabriela Soriano

El Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social 2022 de la Secretaría de Bienestar indica que en Chenalhó el 56.9 por ciento de las viviendas tienen acceso al agua. Los datos oficiales exponen que este porcentaje impacta en 26 mil 900 familias.


«Las personas siempre buscan el agua, aunque sea lejos de donde viven. Otras veces, se tiene que comprar. Aquí, a veces se sufre porque no hay agua, se seca el manantial, no hay ninguna gota, cuando llega, nos alegramos y ahí es cuando tenemos que agradecer a Dios que sí nos da el agua. En tiempos de sequedad no nos quedamos en nuestras casas, venimos a pedir y a dar las gracias para que nos llegue el agua», relata Orlando.


La música sigue, han pasado más de seis horas de tributo. Las veladoras de la iglesia están por consumirse y la comida está lista: caldo de res con verdura, limón y chile piquín, tortillas, de sazón exquisito. El equipo de Cántaro Azul agradece a la comunidad de Nuevo Yibeljoj permitirnos estar presentes en esta celebración, porque también queremos que el vital líquido llegue a todas las poblaciones. La fiesta del agua ha comenzado.

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