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Reflexiones sobre el taller de “Sociocracia: practicando una gobernanza tan efectiva como afectiva”


Unas de las cosas que más valoro de Cántaro Azul, son las oportunidades que tenemos para aprender. Desde que entré a Cántaro hace un poco más de 6 años, creo que no hubo ni un día en el que no aprendiera algo nuevo. A nivel individual, aprendí primero de las pláticas con mis compañeras y compañeros que tienen una diversidad sin fin de experiencias y vivencias, aprendí de las visitas a campo, de los encuentros con los socios directos y los aliados, de los proyectos que se me encargaron, de mis lecturas, de algunos cursos, de algunos viajes; pero sobre todo, siento que he aprendido un montón en equipo, a partir de los miles de retos que hemos enfrentado y que hemos tenido que resolver en colectivo. En este camino, he tenido y hemos tenido que experimentar mucho, lo cual implica a veces equivocarse, a veces atinarle, a veces superar las expectativas, a veces cambiar el rumbo.


La “transición”, o más bien la decisión de regirnos bajo el modelo de holocracia, fue uno de los experimentos más grandes que hicimos como equipo. Hablo de experimento, porque nadie sabía ni podía prever todo lo que iba a implicar emprender este camino: ni Fermín, Balam y Aracely, quienes impulsaron esta decisión, ni Allan, quien nos acompañó, ni Wendy y yo, a pesar de haber sido asignadas al rol de "Guardianas de la transición a la holocracia". Y pongo "transición" entre comillas, porque, por una parte, el mismo modelo te dice que no hay transición (a partir del momento en el que se firmó la Constitución de la holocracia en enero del 2019, ya estábamos regidos por ella); y al mismo tiempo, siento que no hemos dejado nunca de estar en transición, manteniendo ciertas prácticas y desarrollando otras, hasta llegar a algo que llamamos "Cantarocracia", que no sabemos bien qué es…


Esta decisión trajo consigo una cantidad de retos en todos los niveles (personal, como equipos y como organización), que tuvimos que enfrentar en un contexto de crecimiento organizacional (en metas, personal y presupuesto), además de un contexto externo radicalmente cambiante (con la llegada de una pequeña pandemia llamada COVID 19, entre otros…).


Son muchos cambios en poco tiempo, ¿no les parece? Así que en este tren de cosas que nunca para, ha sido difícil darnos el tiempo para reflexionar sobre lo que hemos aprendido y cómo hemos transformado nuestras prácticas, a nivel individual y en colectivo… y es lo que intento hacer ahora, compartiendo dos procesos formativos que me ha tocado vivir este año, y que han nutrido mucho esta reflexión.


A inicios de año, participé un poco por casualidad en un taller nombrado “El Arte del liderazgo participativo” en Oaxaca. Estábamos saliendo de la semana de planeación, que para mí fue un gran avance en términos de construcción colectiva en Cántaro, aunque no perfecto, claro, pero tenía la motivación de seguir en este camino. No sabía bien a qué iba, todo fue muy rápido, y creo que esto es lo que me permitió disfrutarlo y tener una mente abierta. Entre otras cosas, en este taller vimos conceptos que usamos ahora de forma común en Cántaro, como el círculo, las rondas (de participación en una reunión), el propósito, la facilitación, pero abordándolos (y viviéndolos) de otras formas, lo que me hizo empezar a resignificarlos. No voy a entrar mucho a detalle ahora, pero si quieren saber un poco más de lo que viví ahí y conocer las herramientas que nos dieron, pueden escuchar este podcast de InterCántaro Sonoro y descargar este manual (¡se los recomiendo mucho!).


Unos meses después, en agosto, me inscribí al taller de “Sociocracia: practicando una gobernanza tan efectiva como afectiva”, organizado por la Universidad del Medio Ambiente (UMA) en Valle de Bravo. Una de las cosas que me llamó la atención, fue la metodología: 4 sesiones teóricas en línea, 1 sesión práctica presencial en el hermoso campus de la UMA, y 4 sesiones de “Comunidad de práctica” en línea, con intervención de personas con experiencia en la práctica de la sociocracia.


Me pareció una super oportunidad para poner en perspectiva la teoría con lo que hemos vivido efectivamente en Cántaro Azul, y poder intercambiar con otras personas y organizaciones que han practicado otros tipos de gobernanza.


La otra cosa que me llamó la atención fue el título: ¿una gobernanza afectiva? Cuando justamente una de las críticas que le hemos hecho a la holocracia en Cántaro, es que hemos perdido el lado humano y afectivo, para centrarnos en roles y procesos… Pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre holocracia y sociocracia? ¿A poco no es lo mismo? Pues no exactamente, y este contraste puede ser una de las maneras para hacernos reflexionar sobre nuestra práctica, y cómo queremos que evolucione la “Cántarocracia” en los próximos meses…


Para empezar, hay que saber que la holocracia, que nació en los años 2010, se inspiró en gran parte de la sociocracia, que nació en los años 1970 (aunque el término en sí es del siglo 19). Ambas se presentan como sistemas de gobernanza para compartir el poder en la toma de decisiones en las organizaciones, y ambas ven a las organizaciones como organismos vivos, gracias a una estructura organizativa descentralizada por círculos entrelazados y roles, con procesos de toma de decisión colectiva que permiten su evolución constante.


En la sociocracia sin embargo, se reconoce que las organizaciones (desde las familias, las escuelas, el gobierno, las empresas, las OSC, los colectivos, etc), no solamente sirven para lograr un fin común (o propósito, o misión), sino también para lograr la conexión entre las personas, generar identidad y sentido de pertenencia, en otras palabras: hacer sentido en común. Para esto, se les da el mismo peso a la necesidad de eficacia (en el sentido de cumplir con un propósito y satisfacer necesidades), como a la necesidad de equidad (es decir, reconocer que las necesidades de todas las personas importan, y que todas las voces importan). Nuestro facilitador, Eric, nos decía que hay dos espacios o planos que son igual de importantes en sociocracia: el plano estructural (con la división en círculos, roles, etc.), y el plano interpersonal (lo que pasa dentro de los círculos).


Y ¿cómo se logra esta integración? Pues justamente gracias a los conceptos/prácticas/herramientas que usa la sociocracia, que empoderan más a los grupos o círculos entrelazados, favoreciendo la participación e inclusión de todas las personas, mientras que la holocracia se enfoca sobre todo a empoderar a los individuos en sus roles. Veamos algunos ejemplos significativos, que tal vez nos pueden ayudar a resignificar ciertas prácticas que tenemos en Cántaro, desechar algunas, e incorporar otras, quién sabe…


La toma de decisiones igualitaria por consentimiento


No es examen, pero si tomaron la inducción de holocracia, y si entendieron más o menos cómo funcionamos, saben que hay dos tipos de decisiones en este modelo (un poco esquizofrénico, es cierto): las que se toman de manera autocráticas a nivel individual (las decisiones operativas que tomo yo desde mis roles y dominios, en las reuniones tácticas y fuera de las reuniones), y las que se toman de manera integrativa en círculo (en las reuniones de gobernanza, que abarcan sólo decisiones sobre la modificación, creación o supresión de roles y políticas, así como la elección de ciertos roles). En estas, el proceso de toma de decisiones es por rondas en las que participan todas las personas: ronda de presentación de la propuesta, ronda de preguntas aclaratorias, ronda de reacciones, ronda de objeciones, integración.


Pues este proceso, en sociocracia, se llama toma de decisión por consentimiento y aplica para… ¡Prácticamente todas las decisiones! Es decir, las decisiones sobre presupuestos, priorización, elección de todos los roles (incluidos el/la coordinador/a del círculo y los roles operativos) etc, todas estas decisiones se toman en el círculo por consentimiento. ¿A ustedes también se les voló la mente?


Ojo: el consentimiento no significa que haya consenso, sino que no haya objeción. Y estas se refieren a la preocupación de que la propuesta choque con el objetivo o propósito del círculo, más allá del rango de tolerancia de cada persona. Decidir significa consentir, lo que conlleva responsabilidad compartida. En este proceso, el rol del/la facilitador/a es clave, así como las rondas: aseguran de que cada persona pueda hablar y escuchar, para equilibrar las participaciones (según yo, es una de las prácticas que podríamos resignificar en Cántaro, no sólo usarla en las reuniones de gobernanza).


Entiendo que también existen dos tipos de reuniones en sociocracia, las reuniones operativas, en las que se toman decisiones operativas, es decir, decisiones necesarias para llevar a cabo una sola operación, y que pueden ser tomadas de manera unilateral por las personas desde sus roles, dentro y fuera de las reuniones; y reuniones de acuerdo, en las que se toman decisiones sobre cómo llevar a cabo las operaciones en general: pues estas son las que suceden en asambleas de círculo, y se toman colectivamente por medio del consentimiento. Toda la sutileza es saber cómo fijar el “cursor” entre las decisiones operativas y las de acuerdo, para que no se vuelva algo inoperante, pero me imagino que el propio proceso de consentimiento puede ayudar a delimitar este cursor en tiempo real...


Estructura organizativa descentralizada por círculos entrelazados (entre autonomía e interdependencia)


Tanto en la sociocracia como en la holocracia, los círculos son grupos de trabajo semiautónomos con un propósito (objetivo del círculo), dominio (sobre qué tiene autoridad para tomar decisiones) y membresía (quiénes son los miembros). Tienen autonomía para decidir sobre su dominio (o área de actuación), pero siempre con retroalimentación del entorno más amplio en el que se encuentran, del sistema al que sirven.


En sociocracia, los círculos son la unidad básica de toma de decisiones, y no se recomienda tener más de 8-10 miembros, ya que se vuelve difícil la participación y escucha de todas y todos. Para crecer, se crean sub-círculos, los cuales, en vez de estar contenidos en el círculo superior (como en la holocracia), se desarrollan de manera fractal, lo que permite a la organización desarrollarse prácticamente sin límite. Existe una jerarquía circular, de lo general a lo específico, y se procura descentralizar la autoridad lo más que se pueda. Los círculos se comunican entre ellos a través de lo que llaman el doble enlaces, que lo conforman el coordinador (equivalente a Lead Link) y representante (equivalente a Rep Link), lo que permite generar un contrapeso de poder.


Ojo: en sociocracia, el rol del coordinador/a del círculo consiste en asegurar que el círculo tenga las condiciones para operar, y en sostener la visión y objetivos del círculo, más que decirle a la gente qué hacer. Por ejemplo, tiene la responsabilidad de traer a la agenda el tema del presupuesto, traer información y propuestas al respecto, pero la decisión final la toma el círculo. Es la filosofía de “mandar obedeciendo”. De hecho, este rol (así como todos los demás) es elegido por los miembros del círculo y se concibe como un servicio al círculo (¡como en los comités de agua!). Según una persona que compartió su experiencia real en el taller, el cambio de personas en la coordinación ha permitido que fluya más la información y que la organización fuera mucho más resiliente.


La evaluación continua en ciclos de retroalimentación


Esta parte es la que más trabajo me costó entender, tal vez porque justamente no veo su equivalente en la holocracia (aunque sí existe en otros procesos que implementamos en Cántaro).


Entiendo que se trata de una práctica al interior de cada círculo, que consiste en evaluar y retroalimentar de manera constante nuestra práctica en ciclos cortos, de planificación, ejecución y evaluación, para aprender y mejorar gradualmente y empíricamente. La idea es quitarnos el chip de proyectos con inicio y final, y sino ver nuestra práctica como procesos cíclicos que podemos mejorar.


Además de estos ciclos de evaluación y retroalimentación de procesos, existe un proceso de evaluación de desempeño de cada persona, con la participación activa de la persona y las que más colaboran con ella. Pueden leer este artículo si están interesados.


En conclusión…


Hay muchas cosas de las que no hablé (la importancia de la comunicación no violenta en la sociocracia, la experiencia real que nos compartieron los invitados, entre otras), pero será para otro artículo…


Para cerrar, me gustaría mencionar una última diferencia importante entre la holocracia y la sociocracia: esta no se concibe como un paquete de soluciones a implementar de un jalón en una organización, sino como un proceso gradual ajustado al contexto y condiciones de cada organización, reconociendo que se trata de un cambio cultural muy profundo, que se necesita empezar desde cada persona, desde nuestro círculo primario… Tal vez con esta visión podríamos revisar las herramientas y prácticas que propone la sociocracia, y empezar a implementar algunos cambios en nuestras prácticas, en nuestros círculos, aprovechando los cambios estructurales que vienen en Cántaro… ¿Cómo ven?


Algunos recursos para seguir reflexionando: el blog de Sociocracia práctica en español; un artículo sobre sociocracia y holocracia, una breve historia de la sociocracia (en inglés); el podcast Autonomías; sociocracia 3.0 para explorar herramientas fáciles de replicar.



PD: Si llegaste a leer todo este artículo, ¡te ganaste 2 días Cántaro! ;-)




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