top of page

Un día inolvidable

Actualizado: 10 abr


Cuando me anoté para escribir en la Gaceta de Cántaro este mes, lo hice convencida de que estaría llena de emoción y con el corazón contento por la Feria de Ecotecnologías, que para entonces habría sucedido apenas unos días antes. Pensaba que este texto sería una celebración del esfuerzo colectivo, de la creatividad, de las ideas compartidas, del aprendizaje vivido.


Pero cuando llegó el momento de escribir, me encontré frente al compromiso y sin ganas. La motivación se me desdibujó. Sí, la feria fue un espacio hermoso; aprendí muchísimo y, sobre todo, pude ver de cerca las capacidades, las bondades y la fuerza que tenemos como equipo. Pero lo que pasó con Roberto, con Ara y Gael, ese mismo día, hizo un cortocircuito en mí.


¿Cómo me siento a escribir sobre la feria, sobre ecotecnologías? ¿Sobre espacios de intercambio, saberes, aprendizajes colectivos? ¿Cómo se escribe de eso cuando el corazón está apachurrado (apretado)? No encontré una respuesta clara, pero sí un impulso. Y es que, si hubo un día donde todo eso —la colaboración, la alegría, el cuidado, la familia elegida— se vivió con más fuerza que nunca, fue precisamente ese 22 de marzo. Un día que, para mi compañeras y compañeros, se ha vuelto inolvidable.

La Feria de Ecotecnologías fue un espacio de encuentro genuino. De trabajo en equipo, de naturaleza, de ideas que fluyen como el agua que celebrábamos en su día mundial. Un día que ahora se vuelve aún más significativo porque fue el último que compartimos con nuestro compañero, amigo, colega Roberto.


Desde temprano me lo encontré en Tequio al llegar a la oficina, ahí estaba concentrado envasando, ni siquiera sintió al silencioso caracolito pasar por el estacionamiento… Pero apenas me vio, se acercó para ver si necesitaba apoyo cargando la VO. Ese gesto tan suyo, tan espontáneo, habla de quién era: siempre dispuesto a ayudar, a sumar, a estar presente.


Ese día estuvo con nosotres desde temprano, presente en cada detalle, con su sonrisa tranquila y esa energía bonita que lo caracterizaba. Lo vimos subirse a la bicilicuadora y preparar su licuado junto a Ara y Gael, su familia del alma. También con nosotres, su familia de Cántaro Azul. Nos acompañó con su manera sencilla y generosa de estar, sumando, apoyando, dejando una huella profunda.


Siento profundamente que fue un regalo haber compartido ese día con él. No sabíamos lo que venía, pero ese sábado 22 de marzo lo vivimos en comunidad, con alegría, con cercanía, con cariño. Y eso ahora tiene aún más valor.


Roberto, te queremos. Te quedas con nosotres, en cada paso, en cada encuentro, en cada gesto de apoyo. Gracias por ser parte de este equipo y por habernos regalado ese último día tan lleno de sentido.


Ara, gracias infinitas por estar. Por permitirnos acompañarles. A Roberto, a ti y a Gael, les abrazamos con todo nuestro cariño.





bottom of page