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Kenji Robles

Las emociones son amigas


Hace tiempo mi Maestro me dijo que si quería poder acompañar a personas a encontrar su camino debía trabajar seriamente con mis emociones. Acto seguido me encontraba sumergido en un proceso en donde no paré de llorar por horas, las cuales parecieron pocas ante años de censura emocional autoinflingida. Desde ese momento me prometí ser más compasivo conmigo mismo y con cada una de mis emociones.


No ha sido un camino fácil, si bien cada vez es más común escuchar a las personas decir que ninguna emoción es buena o mala y que lo importante es sentirlas, dejar que fluyan, la realidad es que las sensaciones y las consecuencias de las respuestas emocionales no siempre son gratas de asumir.


¿Qué hacer pues con nuestras emociones? De entrada, entender su función adaptativa en los seres humanos. Cada una de nuestras emociones está respaldada por: dopamina, adrenalina, serotonina, endorfinas y demás neurotransmisores que justo nos ayudan a llevar un mensaje a nuestro cuerpo, nos dicen: ¡corre!, ¡ataca!, ¡ponte alerta!, o lo que tengas que hacer para salvaguardar tu cuerpo-vida.


En ese sentido, cada que uno siente esa carga emocional debe preguntarse exactamente: ¿qué siento?, ¿dónde lo siento? ¿cuál es el mensaje de mi cuerpo?, ¿qué lo está detonando? y cuando la cosa ya duró varios días preguntarme ¿qué lo está manteniendo?, dado que las emociones como mensajeras sólo duran en nuestro cuerpo 90 segundos, y ya si estoy emperrado por días es porque no dejo de rumiar en mi mente el suceso, esto al final se traduce en comportamientos y formas de estar en la vida y al final todo el mundo me ve como enojón.


En este camino del vivir he aprendido que censurar, guardar o ignorar mis emociones puede constituir uno de los actos de violencia más gachos que este adulto yo le puede hacer a su niño yo.


Entonces ¿qué hacer con nuestras emociones? La recomendación es escuchar el mensaje que nos traen, escucharlas como se escucha a las amistades más confiables y queridas, porque, aunque a veces no nos gusta lo que nos dicen siempre buscarán nuestro bienestar. Y si en el camino me doy cuenta que he perdido la capacidad de entender mi lenguaje emocional, siempre, siempre se puede pedir ayuda.


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