Una de cada dos respiraciones tuyas, se la debes al océano.
¡Agua, agua por doquier! Curiosamente, nuestro planeta Tierra es un 70% agua. Aquí, el ciclo de la vida y el ciclo del agua son uno mismo.
El océano
Cubierto de vida, de flora microscópica llamada fitoplancton que flota en la superficie y que a través de la fotosíntesis produce aproximadamente la mitad del oxígeno en el planeta, el cual, tanto los seres humanos como el resto de otras criaturas terrestres, necesitamos para vivir. Cubierto de vida, también de fauna microscópica llamada zooplancton y que comprende diversos y minúsculos animales flotantes, que van a la deriva con limitado poder de locomoción, pero de gran importancia para las redes tróficas de los ecosistemas marinos.
Tan misterioso y vasto, que en sus cursos habitan peces tan magníficos e impresionantes como el gran tiburón blanco o seres tan sorprendentes como los calamares gigantes, las tortugas y sus viajes trasatlánticos o las gigantes ballenas azules que surcan las aguas abiertas. Criaturas de gran belleza como las medusas, que no tienen por dónde huir y la mayoría quedan al antojo del viento y las corrientes.
La vida comenzó en el océano y el océano sigue siendo el hogar de la mayoría de la fauna y la flora de nuestro planeta. Las corrientes oceánicas rigen las condiciones meteorológicas del mundo y agitan el caleidoscopio de la vida. Estas grandes masas de agua que rodean los continentes son críticas para la existencia de la especie humana. Los seres humanos dependemos de estas prolíficas aguas para nuestra supervivencia. A pesar de ello, la pesca excesiva y no sustentable, la contaminación desmedida y el calentamiento global amenazan con perturbar el océano, con perturbar nuestra vida misma.
Prácticamente todo lo que hacemos como especie humana tiene impacto en casi todas las partes del océano. Las bolsas de plástico, tiradas y desechadas, incluso en lugares alejados de la zona costera, siguen siendo letales para los peces, aves y tortugas marinas que son atrapados por éstas, o bien, son confundidas con alimento.
Únicamente el 25% de la basura es reciclada a nivel mundial, por lo que inevitablemente los plásticos que utilizamos, desde popotes (pajillas), botellas, hasta microplásticos que contienen productos de uso común, terminarán en el océano.
El océano es vida: nos da alimentos para comer, nos da oxígeno y en él se gestan también los mecanismos que nos proporcionan agua para beber. Nos protege de los peores efectos del cambio climático. Y, sin embargo, los humanos no hemos sido particularmente amables con él. Entonces, aquí, desde nuestro lugar, ¿qué podemos hacer para impactar en menor medida a nuestros océanos?
En comunidad, podemos contribuir con pequeños actos como:
Evitar consumir agua embotellada. Con millones de personas desechando millones de botellas de plástico que son utilizadas solo una vez, podrás imaginar el daño que esto ocasiona no solo al océano, sino al ambiente en general.
Disminuir nuestra huella de carbono. El océano absorbe más del 25% de las emisiones de dióxido de carbono de seres humanos, lo que se traduce en una acidificación del océano que daña a muchas especies marinas. Detener la acidificación de los océanos es equivalente a luchar contra el cambio climático: debemos reducir las emisiones mundiales de dióxido de carbono.
A nivel personal, un menor impacto en los océanos significa optar por el uso de bicicleta o transporte público en vez del automóvil, por ejemplo; o reducir el consumo general de energía y tomar decisiones conscientes acerca de lo que comemos y compramos.
Informarnos sobre los productos que adquirimos. Los microplásticos de la pasta de dientes, la ropa y algunos jabones ingresan al océano en el agua sucia. Son imposibles de recuperar debido a su tamaño tan pequeño. Esto no sólo pone en peligro a los animales marinos que las ingieren, sino que también pone en riesgo a los humanos que consumimos el plástico cuando consumimos productos que provienen del mar. Cuando compremos productos de higiene personal, evitemos los que contengan microplásticos. Podemos hacerlo, si leemos las etiquetas algunos ingredientes indicadores de microplásticos son, por ejemplo: «tereftalato de polietileno» o «polimetil metacrilatos».
Finalmente, en la medida de nuestras posibilidades, podemos apoyar a alguna organización de vida marina. Donar a una organización que ayude a ocuparse de estos importantes temas puede empezar a marcar la diferencia.
Con pequeños pero grandes cambios en nuestros hábitos, hacemos una significativa diferencia para impactar lo menos posible a este gigante de vida. Recordemos que una de cada dos respiraciones nuestras se las debemos al océano.
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